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La Galerna

·25 de junio de 2021

El periodismo de (buena) bufanda

Imagen del artículo:El periodismo de (buena) bufanda

Quizás no sea La Galerna el mejor foro para exponer la problemática del periodismo de bufanda. Es una evidencia que prácticamente todos los que contribuimos (algunos, como yo, muy modestamente) en este medio de comunicación tenemos un claro sesgo madridista. La condición de informar u opinar desde la perspectiva de ser aficionado de un equipo (especialmente de uno muy concreto), suele ser muy criticada por aquellos que defienden la pureza absoluta del oficio, una supuesta equidistancia y la búsqueda de la objetividad. Todos ellos tienen sus colores, que lucen más o menos abiertamente y que son mucho más tolerados que el blanco madridista. Pero como ocurría en la Galia de Goscinny, existe un reducto al que no se puede someter (en este caso, tampoco se quiere someter). Hay una camiseta, escudo y bufanda que se abrazan y se defienden con jolgorio y fervor casi religioso. Son las de la selección española, en nombre de la cual se permite y jalea cualquier acto, por forofo que éste sea.

Lo ocurrido en las últimas semanas en el entorno mediático del combinado nacional es un muestra perfecta de la hipocresía periodística imperante. Es incomparable el trato amigable y entusiasta que recibe con respecto a cualquier equipo, la increíble ristra de excusas cuando el devenir de los hechos no es el esperado, y la bochornosa retahíla de halagos cuando los resultados sí se consiguen, en este caso obviando la entidad del rival y posibles errores de bulto cometidos por el mismo. El eco de la pitada de algunos aficionados a Morata ha sido descomunal, conscientemente amplificado por aquellos que pretendían criticarlo con la máxima severidad. Contrasta con lo que ocurrió en anteriores broncas a otros jugadores (no españoles). Entonces se apelaba a la libertad de expresión o se señalaba el derecho de protesta de aquel que paga su entrada. Se puede decir que donde ahora hay extrema indignación, antes hubo complicidad y hasta cierto regodeo.


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Una y otra vez se ha resaltado la necesidad de que la prensa se integre en la maquinaria de la selección, apoyando, intentando transmitir optimismo y evitando polémicas espinosas. Llamativo arrogarse el rol que en realidad corresponde a los aficionados y más aún que se destaque la obligatoriedad de la unión, y se señale esa alianza como una de las razones de los éxitos del pasado. Sin duda, no recuerdan lo que se escribió y dijo de Luis Aragonés antes de que su selección ganara. Y ahí está la palabra clave: antes. El periodismo es especialista en arrogarse buena parte de los éxitos y condenar inmisericordemente los fracasos. Hay, además, un componente importante de narcisismo en este comportamiento. Se sobrevalora hasta límites desconocidos este trabajo cuando se cree que hacer alguna proclama en un medio de comunicación incrementó las posibilidades de ganar de un equipo que se encontraba a miles de kilómetros, en el Mundial de Sudáfrica. El porcentaje de ese triunfo que pertenece a los medios de comunicación es el mismo que el que podría adjudicársele al aficionado que gritó un gol tumbado sobre el césped de un jardín o a aquel que se encontraba trabajando en una gasolinera; ninguno. No lo parece si repasamos la interminable galería de periodistas fotografiándose con la copa del mundo, reclamando así el papel de artífices.

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Merece la pena plantearse por qué ese trato es diametralmente opuesto al que sufre el Madrid, juzgado siempre con rigor dictatorial, incluso cuando disputa competiciones europeas y se podría apelar también a su condición de conjunto español para que se le brindara al menos parte del masivo apoyo que concentra ‘la roja’. Por supuesto, muchos periodistas se han aprestado en señalar al Real Madrid y a sus aficionados como culpables de los problemas de la Selección. Y eso que, como ya señalara aquí hace un par de semanas, la mayoría nos acercamos con indiferencia al supuesto equipo de todos. En una nueva entrega de los relatos de ciencia ficción mediáticos, las críticas a Luis Enrique, el pesimismo en torno a esta selección y los silbidos a determinados futbolistas tienen su origen en madridistas despechados por la ausencia de representante alguno de su equipo en la convocatoria. Incluso los aficionados sevillanos que fueron a La Cartuja y mostraron su malestar se supone que estaban influenciados por esa central lechera a la que tanto se nombra, pero que tan poco se ve representada en realidad en los medios, teñidos de rojigualda para la ocasión.

Cualquier persona que trabaje en uno de estos medios de comunicación conoce la tozuda realidad. La selección española ha interesado únicamente cuando ha ganado o ha optado a ganar grandes torneos, y ahora más que nunca es menos atractiva (es decir, consigue muchas menos visitas), no ya que el Real Madrid, sino que muchos otros equipos de primera línea. Es una realidad que se oculta convenientemente porque deja al descubierto lo vacíos e histriónicos que son los golpes mediáticos en el pecho defendiendo a España. Afortunadamente ya solo quedan un par de semanas de periodismo de buena bufanda. Luego volveremos a lo de siempre, recordando con tesón que es esencial gozar de total libertad para poder criticar sin medida lo que se considere oportuno y que los periodistas están para contar ‘lo que ven’, y no para ejercer de cheerleaders de ningún equipo. O de casi ninguno.

Fotografías: Imago

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